Evidentemente, las reglas de Perdidos en la tribu son las reglas televisivas: todo se convierte en plató, todo el mundo es personaje, todo responde a un guión. Todo está arreglado, en fin, para que parezca real, sin serlo. ¿Alguien espera, en serio, que el brujo de la tribu se coma a un concursante?Todo esto para llegar al guión. Desde hace unos años parecía que estaba escrito que el Betis terminaría purgando sus males con un descenso de categoría. Ayer, cuando aún no se tenían noticias del desenlace, aparecía publicada una columna de Manuel Vicent, de la que destaco esta idea:
En cualquier club de fútbol existen tres problemas: uno en el palco, otro en el banquillo y uno más en el vestuario. El palco está a merced de unos tiburones, que se dan dentelladas en forma de abrazos bajo el escudo del club; el banquillo lo componen los jugadores titulares y reservas, listos para saltar al campo; en el vestuario se mueven esos mismos jugadores, que recién duchados se convierten en divos musculados, muñecos llenos de pasiones entre el heroísmo y la fatuidad.Vicent hablaba de Guardiola y de esa sinfonía de equipo que es hoy el FC Barcelona. “Lo difícil es sortear con habilidad los intereses de los tiburones del palco e imponer su personalidad en el nido de alacranes del vestuario”, decía del entrenador culé. El Betis necesita una catarsis para reflotar, un auténtico cambio de rumbo que no quede hipotecado por falsos salvadores. Estoy seguro de que no hay bético que no sepa por dónde hay que comenzar.
Mi equipo es el Sevilla y tengo muy buenos amigos béticos. Ánimo a todos.