La ciencia olvidada

Muy cerca de donde vivo en Madrid se encuentra el Museo Nacional de Ciencias Naturales, extrañamente descuidado como muy bien se constata en este artículo publicado hoy en El Mundo. Tengo que reconocer que accedí hace un par de meses a sus carcomidos pasillos por simple casualidad, ya que el motivo de mis habituales visitas a lo que yo creía que era únicamente la Escuela de Ingenieros se debieron a un bar, situado en la zona ajardinada que precede al complejo, que sirve una refrescante cerveza Cruzcampo, algo inhabitual en la capital. Tras leer el citado artículo, lamento profundamente no haber tomado algunas fotografías de mi visita, que no pretendo repetir a no ser que vaya provisto del pertinente casco de seguridad. O hasta que concluyan las obras, sobre todo en la zona de Geología (donde están los dinosaurios). El abandono del museo coincide con la conmemoración del Año Darwin, ese científico que "más profundamente ha transformado nuestra visión del mundo y del hombre" (en palabras del investigador del CSIC Alberto G. Sáez), en una demostración más del agravio comparativo hacia la ciencia en un país donde se protege de buen grado el fervor popular, o se subvenciona cualquier expresión artística al margen de su calidad, o se conceden créditos millonarios para aumentar el ego de los prohombres del deporte.

Por cierto, ya metidos en obras, quizás se debería mejorar algo la web del museo.

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Correspondencias:

Me parece un dispendio mantener un edificio y un personal para una actividad bajo mínimos. No hablemos del lujo que supone, culturalmente hablando, que este recurso no esté al cien por cien abierto a la ciudadanía. ¿Lujo o despilfarro? Yo me acuerdo del centenario Darwin en el Museo de las Ciencias de Londres. Cuando pregunté qué días cerraban los museos en Londres, temiendo que el lunes no pudiera visitarlos, el interpelado en cuestión, con media sonrisa, me dijo que en UK los museos no cerraban nunca. El domingo y el lunes los museos estaban a tope, entre ellos el que te decía antes.